Por Federico Frau Barros
*Artículo escrito para el taller de Periodismo Cultural de la Revista Orsai dictado por Gonzalo Garcés
Fui al cine a ver la película ¿Quién mató a Mariano Ferreyra? con la
intención de pensar qué le hubiera parecido el film al joven militante del
Partido Obrero asesinado el 20 de octubre de 2010. Lo cierto es que no lo
conocí a Ferreyra y me resulta muy difícil generar una supuesta opinión suya
respecto de la película.
Me propuse entonces, pensar la
película desde donde sí puedo hacerlo. Analizarlo desde mi propia óptica, un
veinteañero que también nació en el 1987. Un pibe que, como Ferreyra, desde
chico se sintió disconforme con el sistema impuesto pero guiado por la
esperanza de que unidos, todo se puede cambiar. Un pibe que creció y dio sus
primeros pasos en el ámbito académico haciendo el Ciclo Básico Común de la UBA,
con varias dosis de voluntad y distracción. Un joven que cuando maduró nunca
logró incorporarse del todo al mercado laboral actual o por lo menos no lo hizo
desde un lugar de disfrute.
Cuando entré al cine vi el cartel
de promoción del film y la imagen del periodista y escritor, Martín Caparrós,
con una camisa blanca, pantalones oscuros y un bolso colgado al hombro, era
imponente. El cronista, que se afeitó su famoso bigote para su primer
protagónico en cine, interpreta a un periodista que busca dar con la respuesta
de quién mató al militante del Partido Obrero.
Que el afiche contará con la presencia de Caparrós y no hubiera ninguna
imagen de Ferreyra me hizo reflexionar si es necesaria la presencia de
personajes mediáticos para que sea mayor la cantidad de gente que se acerque a
algún producto cultural o una causa social.
En la publicidad y promoción de
artículos comerciales está demostrado que una cara conocida puede vender
cualquier cosa, pero en las artes tal vez sea algo nuevo esto de sumar a una
figura de renombre para que el producto pueda captar la atención de un público
mayor. Don Schultz, conocido como el
padre del marketing integrado, afirma que si uno quiere que la audiencia lea
los mensajes publicitarios hay que ofrecerle siempre un incentivo, algo más.
El asesinato de Mariano Ferreyra,
catalogado por Pablo Ferreyra, su hermano, como el crimen más relevante de la Argentina
en los últimos diez años, es tal vez el más claro ejemplo de cómo un sector de
la sociedad se suma a una causa por falta de justicia pero que muchas veces lo
hace influenciada por otros factores o actores sociales.
Esto puede ser muy útil y
fructífero para la difusión de la causa y desde ya que será muy agradecido por
quienes levantan permanentemente, desde el anonimato y la lucha cotidiana, la
bandera de justicia. Por otro lado, invita a reflexionar en la frivolidad que
nos mueve como parte de un engranaje de la cultura de la trascendencia y nos
sumamos a una causa, más convencidos por seguir a quien la está apoyando que
por creer en la causa en sí.
Hay un paso de las técnicas de la
publicidad al activismo social que puede tener su explicación en que todo es
visto como un producto. Todo lo pensamos como mercancía y elegimos en base a la
que se nos presenta con mayor atractivo.
El endiosamiento de las personas
públicas y la inminente necesidad de búsqueda de ídolos, ante la falta de
identificación con los representantes políticos, también es un factor
influyente. La admiración por un ícono de la cultura logra que nos interesemos,
no sólo por las causas que éste apoya sino también por sus hábitos cotidianos.
Las redes sociales, acompañadas de
la exteriorización de la vida privada nos han permitido ser una suerte de
biógrafos de nuestros modelos a seguir y nos generan hasta la sensación de
estar relacionándonos con ellos. La imperiosa necesidad de lograr repercusión,
tan presente en las sociedades actuales hace que nos interesemos por mostrarnos
tras sus pasos y luchando por las mismas causas, formando parte de un mismo
espacio.
Para ponerlo un poco más claro: ¿es
necesario que veamos a René Pérez, el brillante cantante del grupo
puertorriqueño Calle 13, con una remera pidiendo justicia por Mariano Ferreyra
en la entrega de los premios Grammy en Las Vegas, para que le demos la
verdadera importancia a la urgente necesidad de esclarecimiento del caso?
Hay también, y no vale la pena
negarlo, una participación de varios actores mediáticos en causas porque el
compromiso social está bien visto. Es un componente más del marketing de
promoción del artista el hecho de estar al tanto y comprometido. En muchos
casos hasta pareciera que estuvieran guiados por asesores.
Se ha vuelto cool estar del lado de
lo políticamente correcto y esto ha acarreado una inversión de roles. En muchos
casos los protagonistas de una lucha terminan siendo figuras ajenas a ésta y se
visten de actores principales para convocar al apoyo de una causa y mostrar un
lado humano y luchador.
A menos de una semana de su estreno
la película ¿Quién mató a Mariano
Ferreyra? fue un éxito en todas las salas donde se exhibió. Agotó entradas todos los días y en las tres
salas computadas por Ultracine, logró el mejor promedio de espectadores por
copia en el mercado, vendiendo hasta el primer fin de semana en cartelera 3.081
localidades.
Alejandro Rath, uno de los directores del film, explicó cómo
surgió la película: “Estábamos en deuda por no haber estado ahí. Por no haber
estado con nuestras cámaras y que sirvan para esclarecer el caso.”
Lo cierto es que los directores
cumplen de manera perfecta con su objetivo que es el de darle la mayor difusión
posible al caso antes de la fecha de sentencia y como ellos mismos dijeron,
aumente las posibilidades de que se dicte una condena ejemplar.
Me pregunto cuántos de nosotros
hubiéramos prestado atención a la película si no hubiera contado con el
protagonismo de Martín Caparrós o si no hubiera aparecido en los carteles
pegados en las calles los nombres de personajes como Enrique Piñeyro y Soledad
Villamil.
¿Es necesario que alguien nos diga
a qué debemos prestarle atención o con qué causa debemos solidarizarnos?
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